Desde que comencé a estudiar, observar y dedicarme a los perros siempre escuché que había que adiestrarlos para que se portasen bien, que teníamos que enseñarles con órdenes o comandos para que obedeciesen para así tener control sobre ellos.
La verdad que, de algún modo a mi todo esto no me funcionó. Tampoco se me da bien esto de imponer la educación a la fuerza, para mí esto nunca fue aprendizaje real.
Con los años y principalmente con la ayuda de mis perros me di cuenta que mi instinto estaba en lo cierto, todo eso que leía y estudiaba dejaba de tener sentido cuando de verdad me paraba a sentir y escuchar a un perro.
Cuando estudié por primera vez adiestramiento canino, aunque al nombre de positivo, se utilizaron herramientas que dañaban el bienestar físico y emocional de los perros. Como formaba parte del curso, yo los utilicé aunque con muy poca destreza, la verdad. Tampoco sabía entonces que era tan dañino y nos distanciaba tantísimo. Ya fuese por probar, porque lo hacíamos todos o por que nos habían dicho que era lo correcto, lo utilizamos y yo nunca vi un perro feliz tras una corrección con ese tipo de herramientas. Jamás supe utilizar correctamente esos collares o correas; eso que dicen: hay que saber utilizarlo. Yo nunca supe ni es algo que necesite aprender.
Hoy vivo con tres perros y trabajo con muchos, todos los perros que he tenido el placer de conocer me han guiado hacia lo que ahora se, practico y comparto. Todos ellos me han confirmado de una u otra manera que el daño y el castigo (sea de la forma que sea) no es un método para aprender.
Especialmente con mis perros, cuando llegaron a mi vida yo no sabía lo que ahora se ni percibía lo mismo que ahora. Como te he contado, yo creía que un perro tenía el deber de obedecer y solo siendo obediente sería un perro educado. Educado igual sí (o no), pero no un perro feliz. Yo quería que mi perra Abril no tirase de la correa cuando yo tenía 16 años y para enseñarle que no se tiraba, yo tiraba más y más fuerte (eso que llaman, darle un toque de correa…). Pecas no sabía que podía llevarse bien con otros perros y yo pretendía que, si o si, aceptase a todos los perros y me importaba bien poco cómo se sentía ella. Con Pecas y con Abril un poco más adelante empecé a ver que por más que trabajaba no esperaba los resultados que se suponía. Ya te lo había dicho, estas técnicas y herramientas no se me dieron nunca bien.
Hoy mis perros son felices. Son educados. Obedientes… no, obedientes no son, aunque si respetuosos, amables y alegres.
Fueron Pecas y Abril las que me pararon los pies y me apartaron del lado oscuro, diciéndome ‘Oye, con esto que estás haciendo no vamos a estar mejor’.
En ese momento me callé, guardé silencio, observé, escuché y sobre todo, sentí. Aquí empieza todo.
Cuando empezamos a sentir, a ver y escuchar quién es de verdad nuestro perro, cómo es, cómo se siente. Cuando te olvidas de que el respeto viene desde la sumisión y la autoridad empiezas a sentir a tu perro como alguien de tu familia, alguien tan importante como tu y todas las demás.
En el momento en que conoces a tu perro y sabes ver su realidad, ahí empezará tu perro a comprenderte, escucharte y si te lo mereces de verdad, a respetarte.
Cuando somos capaces de aceptar al otro como alguien único y especial todos nos sentimos libres para expresarnos y aprender de todos y todo lo que nos rodea.
Si estás cansada de usar técnicas y herramientas que hacen daño a tu perro, deja de hacerlo. Empieza a respetar a tu perro hoy.
Párate, observa y escucha.
Gracias, gracias, gracias.
Elena Dogsanimal