Existen infinitas formas de amar a todo ser que nos rodea, y aunque en este post te voy a hablar sobre tres formas de amar a los perros, puedes aplicar estas mismas normas al amor hacia cualquier ser con quien compartas tu vida.
Preocupación y dependencia
Cuando la expresión del amor hacia tu perro es una constante preocupación por si está bien, por si puedes hacer que esté mejor, si le pasa algo, por si ladra o deja de ladrar, si se rasca o deja de hacerlo, por si bosteza, por si se estresa, por si le da el sol, por si le da la sombra, por si, por si, por si cualquier cosa que se te pueda ocurrir.
Toda esta preocupación que te convierte en una persona dependiente del estado mental, emocional y físico de tu perro, convierte a tu perro, además, en alguien más inseguro, más frágil y, claro, más dependiente y preocupado.
Este estado os mantiene a ti y a tu perro en un estado de alarma constante, a la espera continua de que pase algo por lo que alterarse, por lo que preocuparse.
A parte de este estado nervioso, sucede que cuando realmente nos vemos en una situación donde de verdad hay que ocuparse con rapidez, nos desbordamos y reaccionamos con exageración porque, si de nada hacemos algo grave, aquello “grave” se vuelve algo extremo con lo que nos sentimos desarmadas.
Esto no es productivo para el desarrollo mental ni emocional de tu perro ni tampoco el tuyo, ni tampoco es algo constructivo para una relación sana y feliz.
La jaula de oro
Excediendo la necesidad e incluso el bienestar de nuestro perro, seguro ya conoces el término jaula de oro. Cuando con nuestra actitud convertimos a nuestros perros en seres vulnerables en lugar de poderosos, cuando facilitamos tanto tantísimo su vida pensando que lo hacemos por ellos pero, en realidad, les limitamos su desarrollo interior, perjudicando así, sinceramente, su felicidad absoluta.
Es aquello de proteger de más a tu perro, cuando vas corriendo a apartar y alejar a tu perro cuando otro perro le gruñe o le ladra, cuando lo subes al brazo por la escalera o al sofá porque subir por si solo le cuesta un esfuerzo, cuando le pones un juego de pensar y le dices lo que tiene que hacer o cómo resolverlo, cuando no le permites lanzarse al cuando, cuando le compras todo tipo de juguetes para que tenga de todo sin, en realidad, saber exactamente el juego que le gusta, cuando te gastas dinero, mucho dinero, cambiando cada dos por tres sus collares, arneses, correas o camas para que tenga la más bonita y cómoda a tu parecer, en lugar de observar y atender lo que de verdad quiere y le gusta a tu perro.
Cuando llevas a tu perro a todas partes, de terrazas, de tiendas, a casa de tus amigas, a reuniones familiares, con el coche, a una fiesta… para que no se quede solo en casa sin tener en cuenta lo que tu perro quiere.
Esto, más allá de convertir a tu perro en alguien inseguro por no facilitarle su propio desarrollo mental y emocional, te mantiene en un estado de “nunca es suficiente” y, compañera, en lo que respecta a compartir la vida con un perro (o con cualquiera), que estés a su lado es suficiente para que sea feliz si estás dispuesta a conocer lo más profundo de su Ser y a ser, cada vez, la mejor versión de ti misma.
Libertad e independencia
Valorar tu libertad por encima de todo te acerca cuanto más a la libertad de tu perro, aunque, no todo es tan fácil y bonito. A veces, deseamos compartir la vida con nuestro perro sin que esto traiga cambios a la vida que teníamos antes y la verdad, esto es un error. Esto es cuando pretendemos que sea nuestro perro, al llegar a nuestra familia, quién adapte toda su vida por el hecho de vivir con nosotros. Adaptarse por obligación no es aprender, ni tampoco aceptar ni mucho menos confiar.
¿Has oído aquello de “se tiene que adaptar a nuestra vida”? Estoy casi segura que lo has oído o puede incluso que seas tú quien ha soltado una frase de este estilo. Amiga, te equivocas si crees que tu perro tiene la responsabilidad de adaptarse a la vida que tenías antes de que llegase, desde ese momento construís una vida nueva, una vida con un integrante nuevo en la familia, tan valioso y con tanto deseo como tú por sentirse libre y un ser independiente.
Por una parte, amar desde la libertad y la independencia suena idílico y sinceramente, cuando es sano lo es, es un ideal.
Es un ideal cuando potencias que tu perro sea seguro de si mismo, sea independiente, aportes actividades y herramientas que fortalecen su autoestima y sepa tanto hacer cosas contigo como hacer cosas sin ti e, incluso, hacerlas con otras personas.
Sentir la seguridad de que ser libre e independiente nos une porque nos sentimos bien individualmente, más allá del amor absoluto que compartimos y nos demostramos con esta libertad.
Quizás te reconoces totalmente en una de las versiones de amor, puede que te veas un poquito en cada una o también que no te sientas parte de ninguna de ellas y está bien. No eres mejor ni peor responsable por ser de una o de otra, aunque seguramente puedes reconocer en cuál de ellas te haces a ti misma y a tu perro más pequeñita, más vulnerable, y en cuál te conviertes en un acompañante seguro, confiado, y capaz de transmitir estos mismos valores a la educación y la relación con tu perro.
Siéntete tranquila si te reconoces en alguna de estas versiones de amor y no te agrada. La relación con tu perro está viva. Crece, evoluciona, se transforma. Van a existir épocas en las que la preocupación sea mayor, otras en que sientas que le debes más y más y nunca es suficiente, así como llegará el día, aunque no será definitivo porque esto es un cambio constante, en que tu libertad y la suya sea tal que vuestra unión sea lo más valioso que compartís como familia.
Deseo que esta lectura te convierta en una persona más consciente y consecuente, más libre y sobre todo, con más capacidad de amar incondicionalmente, como ama un perro.
Gracias, gracias, gracias.